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jueves, 28 de enero de 2016

Crónica de una despedida

Yace dormida,
eternamente dormida,
yace blanca y fría.
eternamente altiva,
yace en el lecho
de una despedida.

Yace expuesta
tras una vidriera,
yace solemne,
silente y derecha,
yace dormida,
eternamente dormida,
en el lecho de madera
de una despedida. 

Yace como una muñeca,
una escultura
cincelada en cera,
yace con sus manos entrelazadas
y un crucifijo con cuentas,
yace la carcasa
de quien una vez era.

Yace rodeada de rosas,
cada flor una memoria,
yace tras una vidriera
dormida,
eternamente dormida,
en el lecho de madera
de una despedida.

Y al otro lado de la cristalera
la contempla un hombre,
un padre y marido,
en mi recuerdo un gigante,
ahora un titán vencido,
enjuto y dolorido,
casado a un recuerdo,
un tiempo que se ha ido.

Y al otro lado de la cristalera
la lloran tres hijos,
eternamente niños,
eternamente niños. 

La mayor la más entera,
siempre fue la más madura,
lleva la pena enarbolada,
un estandarte de quien fuera,
las raíces en el pasado,
los pies en el presente 
y los ojos en el mañana.

La mediana se deshace
en llanto, 
llanto y pena,
lleva un peso a sus espaldas
que en lágrimas desecha, 
el lamento,
el lamento,
solo ella sabe cuánto pesa. 

Y el menor entumecido
por el dolor
parece erguido,
pero su corazón se tambalea,
aún es niño,
aún es niño,
pero a ser adulto juega.

Su mirada ausente,
su semblante inexpresivo,
es traicionado por las manos
que salen a buscarla,
que rozan el vidrio,
el vidrio que los separa
buscando inconsciente
una abertura a través de ese velo,
el velo que nunca se rasga,
entre los muertos y los vivos
un velo en el limbo
que precede a una despedida.

Y ella...
yace dormida,
eternamente dormida,
yace blanca y fría.
eternamente altiva,
yace en el lecho
de una despedida.


Un furtivo del pensamiento

Fui a buscarte a un rincón de mi memoria
y me di cuenta que no eres sino un recuerdo,
el fantasma de una pasada gloria,
un furtivo de mi pensamiento.

Si a veces salgo a bailar descalza
con todas esas promesas que no fueron,
con la niña que habita las corrientes
laberínticas de tiempos viejos...

Y si a veces sales a bailar conmigo,
el espejismo que da caza a mi lamento,
y yo presa de la amiga melancolía
me entrego a tus brazos abiertos...

Para despertar sola y fría,
adulta y reina de los sueños,
para despertar a la realidad
donde tú eres, serás y fuiste
un furtivo de mi pensamiento. 

viernes, 22 de enero de 2016

A aquella mujer

Estoy intentando inventar palabras bonitas
para revestir una despedida,
y verso a verso fracaso
porque no hay belleza en esta injusticia.

A aquella mujer que fue niña,
que se le escapa la vida
demasiado deprisa.

A aquella mujer que fue rosa,
del jardín la más altiva,
del jardín la más hermosa.

Para aquella mujer
qué sentido tienen mis versos,
mis palabras huecas,
no hay consuelo
en un tiempo que se agota
antes de hora.

A aquella llama que se consume,
aquella rosa que se marchita,
aquella niña que eternamente habita
el jardín de las memorias,
aquella misma que dibujó una vida larga
en el diario de sus días,
y aquel matrimonio que se juró
la eternidad
y se imaginó longevo y viejo
compartiendo sus achaques,
y aquellos niños, eternamente niños,
que pierden el calor de una madre
...
para ellos no tengo palabras,
pues no existe consuelo
más vano que las condolencias de un extraño. 

Para ellos quedará el recuerdo
de una rosa altiva,
de una mujer, de una niña,
de una esposa, de una madre 
y de una hija. 

-Dedicado a mi tía que nos deja demasiado pronto y a las personas que la llevan en el corazón.-