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lunes, 31 de octubre de 2011

Sueños perdidos

¿Quién me va a devolver los sueños perdidos?
Pagando por los pecados que no he cometido,
las oportunidades que han volado entre mis dedos
sin ni siquiera darme el tiempo
a llegar a acariciarlas.

Mi corazón está llorando lágrimas negras,
tinta de sueños marchitos que nunca volverán a florecer.


sábado, 29 de octubre de 2011

La mujer del vestido rojo

Si con tus labios de princesa,
con tu boquita de piñón,
me dieras tantos besos
como mordiscos a mi corazón...
como la manzana envenenada
que Blancanieves probó,
yo sabía que eras veneno
y aun así tomé toda la copa de licor

Te veo caminando calle abajo
con tu vestido rojo
y tus zapatos de tacón,
pisas fuerte el asfalto
con el poder de una mujer
que somete hombres a su antojo,
tú y tu maldito vestido rojo;
pero solo yo sé,
solo yo la conozco
a tu soledad que es tan larga
como la sombra de tus zapatos,
tú y tus malditos zapatos de tacón


Si con tus labios de princesa,
con tu boquita de piñón,
me dieras tantos besos
como mordiscos a mi corazón...
como la manzana envenenada
que Blancanieves probó,
yo sabía que eras veneno
y aun así tomé toda la copa de licor

Te encuentro por la noche
revolviendo los rincones
con tu baile insinuante
de inocentes corazones.
Del engaño eres la reina,
la que vuelve las cabezas,
tú y tu maldito vestido rojo,
pero solo yo sé,
solo yo la conozco,
a la soledad que se mece
en el taconeo de tus zapatos,
tú y tus malditos zapatos de tacón


Si con tus labios de princesa,
con tu boquita de piñón,
me dieras tantos besos
como mordiscos a mi corazón...
como la manzana envenenada
que Blancanieves probó,
yo sabía que eras veneno
y aun así tomé toda la copa de licor

Eres la mujer del vestido rojo,
pero tu corazón viste de negro
mientras tu boquita de piñón
siembra siempre el despecho.
Eres Blanca nieves y mordiste la manzana
pero ningún príncipe llegó a despertarla
y por eso con tus labios de princesa,
tu boquita de piñón
siempre muerdes solo a medias
cada rojo corazón
por miedo a envenenarte
y morir de amor


Si con tus labios de princesa,
con tu boquita de piñón,
me dieras tantos besos
como mordiscos a mi corazón...
como la manzana envenenada
que Blancanieves probó,
yo sabía que eras veneno
y aun así tomé toda la copa de licor
porque solo yo sé.
solo yo conozco
la profundidad de tus soledad,
tan alta como el tacón de tus zapatos;
porque solo yo sé,
solo yo conozco
la herida de tu corazón
tan roja como tu vestido rojo.

Blancanieves de blanca inocencia,
corazón negro
y vestido rojo...
deja que este príncipe te despierte
de tu largo letargo...

domingo, 23 de octubre de 2011

Waltz among the stars

Let's dance
over the sky
just a glance
to the starry night
and let's forget
about those cloudy days
when dreams fade
and sad memories play
a requiem to the broken hearts,
Listen to the moon
singing among the waves
and take my hand,
May I have the honour of this dance?
Let's go and play among the stars,
this is our waltz
and make the universe our ballroom,
among the infinite sky
let's dance.

martes, 18 de octubre de 2011

El Club de los Corazones Rotos 4: Sonata para un piano solitario (Joseph)

Sin saber como se había vuelto una costumbre.

Noche tras noche sentarse en la esquina más alejada del club, protegido por la semipenumbra, y sorber en silencio meditabundo una taza de café negro que se iba enfriando poco a poco, como su corazón a medida que pasaba el tiempo. Le gustaba contemplar las volutas de vapor desvanecerse como sus recuerdos sin que nadie derramara una lágrima por ellas. 

Y el piano siempre estaba en su punto de mira. Oscuro, viejo, ajado, cansado... siempre esperando al amante que lo había abandonado y nunca regresaría a buscarlo. A medida que pasaban las horas solitarias y vacías sus pensamientos se iban confundiendo en torno a aquella única taza de café y se empezaba a preguntar si cuando miraba al piano no se veía a si mismo, si aquel instrumento que ya nadie tocaba no sería un reflejo de si mismo, un fantasma que se sentaba a acecharle siempre en aquella vieja esquina, para recordarle todo lo que había amado y todo lo que había perdido.

Al principio había intentado huir, escapar de su imponente presencia. Se había sentado noche tras noche dándole la espalda, deliberadamente pretendiendo ser un cobarde. Pero podía sentirlo allí detrás, esperando que volvieran a acariciar sus teclas, añorando los días de gloria en que la melodía nacía de sus fauces. Y le dolía. Imperceptiblemente sus manos se movían buscando unas teclas imaginarias que habían muerto y solo habitaban en su recuerdo. Quería tocar. Después de todo, o quizás a pesar de todo, la música era parte de si mismo, la innegable esencia de su alma, la sustancia de sus días... Pero lo que una vez había sido el sumun de la alegría ahora no era sino un muñón sangrante, doloroso, supurante de nostalgia. Ella se lo había robado todo, incluso su música, incluso su alma...

Y a pesar de que se había prometido no volver a tocar, estar frente a frente con aquel viejo piano abandonado y no acariciar sus teclas era tan doloroso como hubiera sido hacerlo. Lo añoraba. Lo amaba. Lo vivía. Era una parte de si mismo que no podría dejar morir hasta que él mismo dejara de existir y exhalara su último suspiro. Y aún así prefería continuar agonizando, compartiendo su silencioso dolor con el vaho de una taza de café y un piano sin nombre, que con las mágicas melodías que podían llegar a crear sus dedos, hacer danzar en su piel.

Hasta que un día un hombre cualquiera había tocado el piano, aquel viejo piano que era su compañero de infortunios. Joseph había sentido un dolor desgarrador en el alma al ver aquellos dedos que no eran los suyos deslizarse por sus teclas con torpeza, arrancando una melodía a trompicones que no lograba nunca sonar completa. A los oídos de un aficionado aquella música hubiera sonado bien, pero a los oídos de un maestro del piano era casi como un llanto, una llamada de auxilio de un camarada herido. Después de todo aquel piano era como un reflejo de si mismo, aguardando incansable el regreso del amante que lo había abandonado, y de pronto siendo acariciado por unos dedos inexpertos que no sabían de ternura... era como una infidelidad. 

Sin percatarse, sus dedos se habían crispado conteniendo el urgente deseo de correr hacia el instrumento y reclamarlo como suyo, de bailar sobre sus notas y llorar juntos. Porque era tan doloroso ver otros dedos que no eran los suyos sobre su teclado, escuchar aquella canción que él no tocaba, aquel quejido, aquella súplica, aquella llamada... Y como un cobarde había huido. Había salido a toda prisa del club, tropezando con la puerta roja que tantas veces le había dado la bienvenida y bajando a trompicones la calle como un borracho, un hombre ebrio de dolor. Aquella noche por primera vez en muchos años había bebido, había bebido hasta caer rendido sobre el suelo de un apartamento vacío, hasta que sus dedos crispados dejaron de tocar las teclas de un piano imaginario...

Le había costado varias noches reunir el valor para regresar, temiendo volver a encontrarse con un pianista aficionado en su piano. Pero había vuelto empujado por la fuerza de la costumbre o tal vez porque aquel era su único refugio, el único lugar donde dejar descansar a su corazón roto.

La vieja puerta roja le había dado la bienvenida como cada noche y se había vuelto a sentar en su rincón apartado de cara al piano. El camarero de siempre, cuyo rostro no se había molestado en recordar, le sirvió sin una palabra su acostumbrado café. Y allí estaba ahora, dejando que las volutas de vaho se desvanecieran sin que sus labios bebieran ni siquiera un sorbo. Los ojos fijos en el piano, dolorosamente fijos en su viejo compañero de infortunios, que en silencio continuaba esperando.

Ni siquiera se dio cuenta. Como si sus pies se movieran por voluntad propia, se puso en pie y caminó despacio hacia el piano. Sus dedos se posaron sobre las teclas tentativos y temblaron. Presionó y nació una nota, luego otra y se juntaron en una melodía torpe y sin sentido. Algunas cabezas se volvieron a mirarle, unos pocos ojos buscaron el origen de la intromisión... pero pronto volvieron a sumergirse en sus asuntos. Aquello era lo bueno del Club de los Corazones Rotos, nadie te prestaba atención. Pero Joseph no se percató de nada, absorto como estaba en su piano. ¿Cuándo se había sentado? ¿Cuándo habían calzado sus pies los pedales? No lo sabía y no le importaba. Tan solo existían él y su instrumento, el mundo milagroso que su música creaba. Al principio sus dedos se movieron con la torpeza de quien no ha practicado en largo tiempo, con la inseguridad que dan el miedo y el dolor... pero poco a poco encontraron su ritmo, el latido que marcaba su corazón, y dejó fluir todas sus emociones, dejó que todos los recuerdos amargos y los pensamientos nostálgicos volaran de su conciencia, hasta quedarse a solas con su música y el mundo que nacía de ella. Su mundo, un mundo viejo que le sonaba nuevo.

Y sus sentimientos se desbordaron sobre las notas, sus dedos rompieron las ataduras y volaron sobre los sueños perdidos, creando sin darse cuenta el comienzo de una nueva melodía; la canción de un corazón abandonado.

Tiempo más tarde alguien la llamaría "Sonata para un piano solitario", pero aquella noche no era más que una melodía sin nombre en manos de un hombre que huía del pasado.


Fading

A last goodbye
just a fake smile,
not even a tear left,
trying to hold onto you
I'm drifting away,
fading memories
calling to yesterday,
you want to leave
I wish to stay
unchanged feelings,
the same lovers
day after day,
now only losing dreams
to the shooting stars,
you won't come back
and I can only ask
Were you real?
Or just an ilusion I had?
Were you ever there?
Or was I the only one
holding onto us?

I dreamed of love and trust,
now is time to wake up,
just a last goodbye
just a fake smile,
not even a tear left,
trying to hold onto you
I'm drifting away,
I say it doesn't hurt,
I'm not in pain
but why does nostalgy
always come my way?

Trying to hold onto you
I'm drifting away...




Vieja canción

Cuando escucho aquella vieja canción
las lágrimas acuden a mis ojos,
no hay ninguna razón
pero la pesada nostalgia
anega mi corazón....

viernes, 14 de octubre de 2011

Pure white love

She was white, pretty and cold. She was pure like the first winter snow. Her hair was pure white, her skin soft, her closed eyes dreamed in the peace of those who have left all worries behind. And she was so cold... She was sleeping her eternal slumber on a coffin of white flowers and dust, once a boat. A thousand candles lit her way down the river, twinkle-twinkle. Were the stars in the sky drawing her path to the realm of the unknown?

The sepphard boy cried silver tears as he saw her pass down the river and fade on the horizon 'cause he had just fallen for a wandering soul, a life long gone.


miércoles, 12 de octubre de 2011

El Club de los Corazones Rotos 3: 24 de Diciembre (Ariadna)

En mi tercer año de carrera Alex se licenció con éxito y logró su primer empleo. Cuando me pidió que viviera con él escuché campanas, como si estuviera a punto de cumplir el mayor sueño de mi vida. Estaba segura de que tenía toda la vida por delante y alguien con quien compartirla, que aquel era el primer paso hacia el resto de mis días. Como veis era poco más que una niña enamorada.

Alquilamos un pequeño ático en el centro de la ciudad. No puedo decir que fuera lujoso, ni siquiera pudimos amueblarlo nosotros ya que yo aún dependía del dinero que me mandaban mis padres cada mes y Alex acababa de dar su primer paso hacia la independencia. Pero aquel apartamentito de una sola habitación donde entrábamos poco más que los dos era nuestro nidito de amor, nuestro refugio y nuestro hogar. O eso creía yo. Durante aquel primer año experimenté un nuevo tipo de felicidad, una clase de amor especial, sereno, confortable y apacible como debe de ser una familia y un hogar. Me recreaba en las pequeñas cosas y encontraba alegría en los más nimios detalles como esperar estudiando sabiendo que pronto Alex llegaría, cuando oía sus pasos al otro lado de la puerta y saltaba a recibirlo cuando la llave giraba con un simpático clic en la cerradura. El aroma del café en las mañanas, el olor de su aftersave refrescando el baño, la fragancia de su piel en mis sábanas...Levantar la vista del libro que estaba leyendo y encontrarme con su mirada, resguardarme en sus brazos mientras veíamos la televisión, buscar con los dedos a mi lado y encontrar su mano... 

Si ahora lo miro desde la distancia era una historia de amor bastante vana, pero para mí y me inexperiencia aquella sencillez era felicidad, aquellos momentos eran los que nos reivindicaban. Tal vez si hubiera mirado más allá o si hubiera querido mirar, si me hubiera quitado el filtro del amor, hubiera podido ver que vivía inmersa en mi propia fantasía, pero como siempre estaba demasiado absorta en mí misma y no fue hasta que la realidad me golpeó sin consideración que logré despertar de mi letargo. Y el regreso fue tan doloroso que aún hoy ando recogiendo los pedazos desperdigados de un corazón que se hizo añicos en un instante.

Aquella sería nuestra primera navidad juntos y quería que fuera especial, o así lo decidí yo. Tomé una decisión difícil pero de la que estaba segura no me arrepentiría: por primera vez en mi vida no regresé a casa por navidad. En vez de eso decidí quedarme junto a Alex y disfrutar del calor de nuestros corazones. En mi imaginación preparé una y mil veces una cena sencilla, prendí mil velas aromáticas y vi danzar las lucecillas de colores de un árbol de navidad...

Para que comprendáis mi sacrificio, lo mucho que aquello significaba para mí, debéis saber que siempre he amado la navidad. Las calles iluminadas de colores brillantes, los escaparates adornados con lucecitas y juguetes, los villancicos resonando en cada esquina, los primeros copos de nieve blanca, la emoción de comprar regalos y preguntarse si le gustarán a la otra persona, la anticipación de recibir regalos y el amor de quien los entrega... Sí, soy una romántica empedernida, siempre lo he sido, y lo he vivido hasta la médula, hasta que se desgastó la fantasía y se hizo añicos la ilusión.

Y llegó al fin el 24 de Diciembre y aunque Alex tuvo que trabajar y no regresaría a casa hasta la noche, no me importó. Al contrario, con toda la ilusión de una inocente recién casada me puse manos a la obra, dispuesta a celebrar la mejor nochebuena de la historia. Como veis nunca he sido demasiado exigente. Me pasé el día en la cocina, preparando platos que había visto hacer mil veces a mi madre pero que eran un mundo completamente nuevo para mí, hasta que logré una cena de la que enorgullecerme secretamente. Canté a media voz mientras montaba el árbol, adornaba la casa, ponía la mesa y prendía las velas. Y cuando terminé las preparaciones me senté frente al televisor  a esperar que el tiempo pasara con el corazón ligeramente desbocado.

Hacia el anochecer me asomé a la ventana y vi que comenzaba a llover. Sin pararme a pensar me puse el abrigo, me calcé las botas, cogí el primer paraguas que tuve a mano y salí de casa casi a la carrera. Era el enorme paraguas rojo que Alex tanto odiaba porque decía que cada vez que lo llevaba parecía una mujer, y a pesar de todo, cuando paseábamos juntos siempre era él quien lo sostenía. Sonreí. Iba a buscar a Alex con aquel paraguas rojo, le iba a dar una sorpresa y le iba a resguardar de la lluvia , y aunque se quejaría con una mueca divertida me recibiría con los brazos abiertos, como siempre, y lo sostendría para mí.

Fuera la calle olía a navidad. Las luces de colores iluminaban a los trabajadores que se apresuraban a regresar a sus cálidos hogares, a los compradores tardíos que se demoraban eligiendo los últimos regalos, a los niños que cantaban villancicos pidiendo una limosna y a las parejas que corrían entre risitas y cuchicheos lejos de la lluvia.

Sonreí inconscientemente al ver a una pareja saliendo abrazada de un restaurante. La viva imagen del amor. Ella era alta y atractiva, como solo lo son las mujeres llenas de confianza en sí mismas, y vestía con la atrevida elegancia de los exitosos: unos altos zapatos rojos de tacón de aguja, unas medias oscuras y un ajustado minivestido negro bajo un largo abrigo blanco. El cabello le caía en ondas azabaches sobre los hombros y mangificaba la palidez de su tez impoluta. Pero sobre todo me llamaron la atención sus labios vestidos de carmín rojo que sonreían seductores a su pareja. Y él la sostenía por su cintura contra su pecho, la resguardaba de la lluvia con su larga gabardina y la miraba como solo saben mirarte los hombres enamorados, como si fuera la única en el mundo. La sonrisa se heló en mis labios.

La mujer se apartó suavemente de él y posó un beso de carmín rojo en sus labios, al principio suave y delicado, después hambriento. Y él le respondió con pasión. Ni siquiera tuvo que ponerse de puntillas como yo hacía cada vez que besaba a Alex. Sus labios se encontraron a la altura perfecta y conectaron como viejos conocidos que se reencuentran en las horas más secretas de la noche. Escuché por primera vez el sonido de un corazón que se quiebra. El mío. Porque aquellos labios que él besaba deberían haber sido los míos, aquel abrazo que la sostenía tendría que haberme rodeado a mí, aquella gabardina que la resguardaba debería de haber sido mi refugio y aquellos ojos que la miraban como si fuera la única mujer sobre la faz de la tierra tendrían que haberme mirado solo a mí.

El hombre alzó los ojos y nuestras miradas se encontraron. Hasta el día de hoy llevo grabado a fuego en la memoria el recuerdo de su cara sorprendida, hasta el día de hoy sigo analizando su expresión en busca de un ápice de culpa... Hasta el día de hoy me pregunto si lo que le hizo alzar la vista y encontrarse con la mía fue pura coincidencia, destino o la llamada agonizante de mi corazón al resquebrajarse.

Voló el paraguas rojo que tantas veces nos había refugiado y con él volaron las ilusiones, los sueños y las fantasías, voló la inocencia de un corazón puro, y el llanto y la lluvia empaparon su recuerdo.

Porque aquel hombre que me miraba con sorpresa, aquel hombre que protegía a otra mujer de la lluvia, aquel hombre que rodeaba a otra mujer por la cintura, aquel hombre que llevaba los labios teñidos por el carmín de unos labios que no eran los míos... aquel hombre era Alex.

Aquel 24 de Diciembre sería el primero y el último que pasaría a su lado. Una nochebuena que duró apenas un minuto, lo que tarda en romperse un corazón.


martes, 11 de octubre de 2011

Volver a nacer

Si pudieras romper el silencio de mi corazón,
enredar tus dedos
en la telaraña de mis miedos
y rasgar su piel,
quebrar mi cáscara
y ayudarme a renacer...

lunes, 10 de octubre de 2011

Amándote

Posaré cada mañana
un suspiro en tu ventana
para que te confiese sin palabras
al oído que te ama.

Prenderé cada tarde
en las hondas de tu cabello
una rosa que se abre
y cada anochecer
secuestraré a los jazmines
su fragancia refrescante
para que no trepen a tu balcón
como locos amantes.

Y cuando la noche caiga
anudaré la luna a tu veranda
para que te cante serenatas
que te acompañen a la cama.

Pero será a la madrugada
cuando el sol se cuela por tu persiana
que entraré a hurtadillas en tu sueño
y como el príncipe en un cuento
te robaré el primer beso
para que cuando despiertes
solo recuerdes que te quiero.

No tomorrow

Let's love like there is no tomorrow,
let's love like there was no yesterday,
let's start over again from today,
let's build a new love story.

You're afraid of loving,
I'm afraid of not being loved,
you're afraid of getting hurt
and I'm afraid of losing this chance,
so what can we do?
when I am running forward
and you are running away,
this way we can never meet
on the crossroad of destiny.

Love like there is no tomorrow,
I'll love you like there was no yesterday
and let's start every day
our love story over and over again.

domingo, 9 de octubre de 2011

El Club de los Corazones Rotos 2: se llamaba Alex (Ariadna)

Alex era todo lo opuesto a mí que alguien pudiera ser. Si yo era tímida e introvertida, él era abierto y lleno de vida, tenía una luz que iluminaba automáticamente toda habitación en la que entraba y una calidez natural que atraía a las personas como imanes, como insectos a la luz. Y yo también fui atraída por aquella fuerza magnética, atraída irremediablemente hacia él como un inocente planeta no puede huir de la órbita del sol.

Lo que Alex vio en mí hasta el día de hoy lo ignoro. Tal vez sintió curiosidad hacia aquella joven sombría que deambulaba siempre sola y con mirada perdida por los pasillos de la facultad. Quizás se sintió interesado hacia aquello que no conocía, lo que era diferente al mundo en que vivía, hacia una personalidad que le era extraña, ajena, misteriosa... un tipo de persona que no comprendía. Puede que simplemente fuera inevitable que como polos opuestos nos atrajéramos.

Por supuesto, el fue quien dio el primer paso, yo en mi infinita ignorancia estaba absorta en mi propio mundo como para percatarme de la existencia de aquel universitario un par de años mayor que me miraba, que giraba la cabeza cuando nos cruzábamos en el corredor y me seguía con miradas de soslayo. La primera vez que reunió el valor para hablarme me tomó completamente por sorpresa y apenas pude balbucear unas palabras algo incoherentes. La segunda vez le di la bienvenida con una sonrisa involuntaria. La tercera era yo quien lo buscaba disimuladamente con la mirada por los pasillos a escondidas. La cuarta fui yo quien di el primer paso hacia él tras rumiar un millón de veces una conversación ficticia que nunca sucedió. En cada ocasión mi corazón se desbocó como un loco enamorado. Lo demás fue inevitable.

Yo estaba sola y buscaba compañía y en medio del desierto él era como una llama que me deslumbraba y nunca moría. Alex estaba siempre acompañado pero se aburría, quería probar algo diferente y yo aparecí en su vida. Mirándolo desde la perspectiva que da el tiempo supongo que las cosas eran así de sencillas, pero en aquel entonces yo no lo sabía. Para mi inocente yo de 18 años, sola e insegura, Alex se volvió mi vida.


Only you

Why is it I only can see you?
When I close my eyes there are you,
in a crowd of people only you
Why is it the only thing I see is you?

Why is it our eyes always meet?
Are my eyes always looking for it?
Searching you over and over again
on other people's faces.


Why is it I only can see you?
When I close my eyes there are you,
in a crowd of people only you
Why is it the only thing I see is you?

sábado, 8 de octubre de 2011

I can't hear your heart

I can't hear your heart
Why won't you talk?
Just look into my eyes
and swim inside,
tonight I'll make you mine
there's nowhere else to run,
forget everything that hurt
and talk,
talk directly to my heart.

Even though you speak
I don't understand,
why can't I hear your heart?
You are trying to express yourself with words,
but you never look at me and say "love",
Why is it?
Are you afraid?
or are you not?
Are you a fool?
or are you fooling me?
Why won't you talk?
I can't hear you heart

Come a little nearer to me,
step by step, I'll hold your hand,
so don't be afraid of the dark,
look into my eyes
can't you hear my heart?
It's talking to you,
only you can understand
thump-thump
thump-thump
the words that mutters my heart.

I can't hear your heart
'cause you keep running afar
from your own heart,
so come to me,
close your eyes
and open up,
let the magic flow
between our hearts.

The only thing I wish to hear
is the music from your heart.

viernes, 7 de octubre de 2011

Ojos de Gata

Tus ojos de gata correspondieron a mi amor con su silencio. Eras la provocación, la niña que con solo asomarme a tus ojos me robó el corazón. ¿Y ahora qué puedo hacer? Sin corazón y sin esas ventanas que desde tu alma me daban calor.


miércoles, 5 de octubre de 2011

El Club de los Corazones Rotos 1: antes del 24 de Diciembre (Ariadna)

Llegué al Club de los Corazones Rotos sin pretenderlo una no tan lejana noche de invierno, con el corazón roto en una mano y la lluvia lamiendo mis lágrimas. Y entonces escuché la quejumbrosa melodía de un piano viejo que parecía  llamar a la puerta de mi corazón y olí ese reconocible aroma de la soledad, la tristeza y el despecho. Puede que solo fuera casualidad, pero a mi me gusta pensar en el destino, una fuerza invisible y misteriosa que nos unió a los corazones rotos en su seno, a los amantes perdidos, y nos acogió sin preguntas en su reconfortante silencio. 

Pero para que comprendáis mi historia, cómo y qué me trajo hasta aquella puerta lacada en rojo un triste 24 de Diciembre, he de comenzar mi relato desde el principio. Desde antes de que entrara en juego el destino, desde cuando aún tenía un corazón completo que latía con esa inamovible fuerza que llamamos amor. 

Llegué a la gran ciudad cuando no tenía más que 18 años. No era más que una niña ingenua llena de sueños que dejaba atrás una parte de mi vida y creía con ciega inocencia que lo que había por venir no podía ser sino mejor. Para una joven tímida e introvertida proveniente de una pequeña localidad portuaria, la capital era el epitomo de la tecnología, un mar nuevo en el que aún había de aprender a nadar. Me fascinaban los rascacielos, las galerías y las luces que nunca se apagaban, me mesmerizaba aquella ciudad que nunca dormía; pero también me asustaba. Sobretodo me asustaba la gente, esas conglomeraciones de personas desconocidas corriendo de un lado a otro sin prestarte más atención que una simple mirada de soslayo.

Ni que decir tiene que me costó adaptarme. A aquel nuevo mundo, a los sonidos y los olores, a los colores, a la universidad, a la impersonalidad, y a vivir en un piso compartido con extraños, más incluso que a valerme por mí misma. 

En aquella época de confusión lo conocí. Al hombre que había de cambiar el rumbo de mi vida.





lunes, 3 de octubre de 2011

La niña de los ojos negros

Me miró con unos ojos negros demasiado sabios para una muchachita de su edad. Una mirada nostálgica y triste, pero tan serena como una laguna cuyas aguas habían dejado de correr. Aun así estaba seguro de que en lo profundo de aquellos pozos de serena calma, bajo la superficie de sus aguas negras, se desataba una terrible tormenta, un maremoto de emociones secretas que no encontraban respuesta.

Sin saberlo quedé cautivado por los ojos negros de aquella niña de mirada turbulenta.



Lost love

You said goodbye
even though
I didn't wanna hear
those words
coming from the lips
I once loved.

I thought I was going to die
as your back fade away
and melt in the sky,
as I heard your last words
stabbing my heart
once and once.

But I'm still standing here,
I'm still breathing
as my mind is replaying
again your last words,
but something is dying,
withering in my heart,
is it our song
dying down?
the last sparkles of love.

Sonata para mi piano

Sentada junto a mi piano
las horas pasan en blanco
y yo compongo esta melodía
que sin palabras cuenta mi vida,
tecla a tecla la desgrana,
tan sencillo es escucharla,
tan difícil fue vivirla
pero para mi piano
solo son notas perdidas
en un pentagrama en blanco,
reflejo de horas marchitas
que se funden en su abrazo.

domingo, 2 de octubre de 2011

El Club de los Corazones Rotos: El Piano (Joseph)

Estaba siempre solo, acurrucado en aquella esquina semioculto en la penumbra, viejo, ajado, cansado...pero no roto. Era como el reflejo de un amor marchito, como un enamorado que había perdido su mitad, como una sombra que aguardaba al amante que se había fugado y lo había dejado atrás.

A Joseph aquel viejo piano le recordaba a si mismo.