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lunes, 29 de noviembre de 2010

Cementerio de promesas

-Seguro que lo entenderá.

Era una falsa promesa y tú y yo lo sabíamos, pero como siempre no podíamos dejar de prometer mentiras.

-La próxima vez seguro...

Los engaños comenzaban a anidar en nuestros corazones muertos, helados en el frío de nuestros sentimientos. Nos engañábamos el uno al otro e incluso a nosotros mismos. Si creíamos que era verdad tal vez lo fuera. Es el engaño más grande que nunca construimos y sin embargo, con convencimos de ello hasta la médula, incapaces como siempre de aceptar la verdad. Puede que estuviéramos hechos para las mentiras, cortados por el mismo patrón, para vivir en los cuentos de nuestros propios engaños; en vez de enterrar los sentimientos muertos.

Hasta que se nos cayó la venda y no fuimos capaz de soportarnos. Cuál fue la primera falsa promesa, me pregunto ahora. ¿La tuya o la mía? ¿Cuál fue la primera puñalada, la primera daga que atravesó el corazón hasta asesinar los sentimientos? ¿La mía o la tuya? No es que ya importe mucho. Ahora vivimos en el cementerio del amor marchito, entre tumbas de promesas rotas, en un nicho descansan los sentimientos que tú apuñalaste con mentiras y en un mausoleo he enterrado los recuerdos junto con el cuerpo de tus engaños.

Me pregunto si alguien vendrá a dejar flores sobre la lápida bajo la que mi corazón descansa a la espera de que alguien venga despertarlo de su largo sueño de invierno.


Stop your tears

It was never of wrong and right
It was always of you and I
but you wouldn't undertand
and know is late to go back.

So stop crying outside my home
I can hear your tear drops
sadness is flowning
into our roses
the garden we built for love.

You, It was you,
you decided,
you decived
I can forgive
but never forget
you cheated on me
I decided to go on
without you.


So stop crying outside my home
I can hear your tear drops
sadness is flowning
into our roses
the garden we built for love.

Climbing the stairs back home
an empty room is waiting
you are asking yourself why
and will come to me crying,
but don´t beg anymore
the choice is made far long
you decided to decive me
I choose to let us go,
there is no room for us anymore.

So stop crying outside my home
I can hear your tear drops
sadness is flowning
into our roses
the garden we built for love.

Look up to the sky
let the rain clean your tears
then give it a try
and once again smile,
the sun will come out
live will go on,
look up to the  rising sun
among tears clouds.
Can you see the seven colors
of the rainbow too?


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una promesa

Por alguna razón cuando te veo
mis ojos no pueden dejar de llorar,
mis manos quieren alcanzarte
y te salen a buscar,
pero siempre me detengo
un instante ante de llegarte a tocar
como si tuviera miedo
a que te desvanecieras como un sueño
que nunca pude realizar.

Por alguna razón cuando estoy lejos
la nostalgia secuestra mi corazón
te pertenecen todos mis pensamientos
y no puedo escapar de estos recuerdos,
atrapada, vagabunda en el tiempo
me pregunto cuando te volveré a encontrar.

No tengo el valor para tomar tu mano
pero tú siempre la extiendes hacia mí,
tan amable aguardando mi regreso,
abrazándome como si temieras que fuera a huir
y mi corazón se detiene un segundo
cuando tus labios me susurran su cariz,
una promesa perenne que me hiciste
y que vive eternamente en mí
"Siempre te estaré esperando
porque te amo solo a ti"

Solo un poco más aguarda
amado enamorado de mi amor,
tan solo un paso más hacia el futuro
y habré alcanzo el sueño de mi corazón,
entonces regresaré a tus brazos
al abrazo que nunca deseé dejar marchar
si aún me amas sé que estarás aguardando
en el jardín donde nos encontramos,
donde todo comenzó.

No quiero soltar tu mano
pero saber que estará para sostenerme
cuando vuelva a buscarte
me da el valor
que necesito para seguir soñando.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Amor sabor a chocolate.

-Ya no me importa lo que digas. Estoy cansada de escuchar tus insensateces- la voz lacónica, monótona, fría, carente de emoción. Todo una gran mentira.

-¿Entonces me perdonas?

Lilian pensó en cuanto le gustaría en ese instante fumar y lanzarle una bocanada de humo a la cara, o tal vez tirar la colilla a sus pies y aplastarla con el tacón de sus botas. Un gesto que valía más de mil palabras. Pero ni fumaba, ni usaba tacones; maldita fuera en aquellos momentos su sana y aburrida forma de vida. De modo que se conformó con darle la espalda y alejarse lentamente callejón abajo.

-Por supuesto que no-dejó que el viento arrastrara sus palabras hasta él, el viento de invierno frío como su corazón desencantado.

No se movió, nunca lo hacía, y ella continuó calle abajo hasta desaparecer de su vista. Metió las manos pálidas en los bolsillos del abrigo, hacía frío y las palabras se transformaban en vaho al acariciar el aire. Lo mismo ocurría con sus suspiros. Tal vez el amor también se evaporaba al ponerse en contacto con el frío de invierno.

Pensó que estaba cansada, cansada de todo, de las excusas baratas, de las palabras vacías y de las promesas rotas. Cansada de los sueños olvidados que en su corazón persistían, cansada del dolor cuasado por la indiferencia, cansada, tan cansada...

El viejo banco blanco del parque le dio la bienvenida como a un viejo conocido. Sentada alzó la vista al cielo encapotado y dejó que el frío viento lacerara sus mejillas. Era incapaz de recordar la razón por la que siempre terminaba volviendo a su lado, la razón por la que volvía a ilusionarse con promesas que sabía que olvidaría o citas a las que nunca acudiría. Era incapaz de recordar la razón por la que darle la espalda y alejarse le era tan doloroso, la razón por la que deseaba tenerlo junto a ella a pesar de haber escapado.

La tarde dio paso al anochecer y el frío continuó tomando posesión de su corazón poco a poco, el cielo encapotado permitió abrir una ventana a las estrellas y su falsa calidez. Ahora sentía frío dentro y fuera, en cuerpo y corazón. Una vez más el vaho robó su suspiro.

Y de pronto un abrigo se deslizó sobre sus hombros y una humeante taza de cartón apareció entre sus manos. No necesitó alzar el rostro para imaginar su sonrisa, esa sonrisa melancólica que no podía disfrazar su tristeza.

-Es chocolate como a ti te gusta. Porque el chocolate calienta el cuerpo y el alma.

Era cierto-pensó llevándose la taza a los labios y olfateando a regañadientes el espeso aroma del chocolate negro- el chocolate calentaba tanto el cuerpo como el alma. Era algo que siempre solía decir cuando lo bebía, y siempre que lo bebía sonreía.

"¿Te gusta mucho el chocolate, no?"-había preguntado él la primera vez.

"Sí, porque calienta el cuerpo y también el alma"-había respondido. Una única frase y él aún la recordaba.

Le había traído chocolate para calentar su alma helada. Aquel pequeño detalle era la razón-recordó-la razón por la que regresaba, la razón por la que dolía alejarse, la razón por la que lo amaba. Su amor estaba hecho de pequeños detalles, de las mínimas cosas que él siempre recordaba, de cada diminuta característica que él conocía de ella, mejor que nadie. Sí, su amor era como aquel chocolate, un cúmulo de pequeñas notas de comprensión, y como aquel chocolate era también amargo y dulce pero espeso; siempre calentaba el corazón.

¿Cómo podía olvidar las cosas obvias como una cita o una promesa, las cosas que todos recordaban, y sin embargo conocer los detalles más pequeños pero de algún modo más importantes? Los pequeños detalles que formaban su personalidad. Y aquellos eran los pequeños detalles que formaban la de él, la razón porque lo amaba, los pequeños detalles que lo hacían ser quien era. Cada vez que olvidaba esos pequeños detalles su corazón se congelaba en la tristeza y cada vez que lo recordaba de nuevo el frío se deshacía en lágrimas cálidas y vahos en forma de suspiro.

Después de todo lo amaba.

-¿Vamos a casa?- él le tendió la mano dubitativa, insegura.

Sin levantar la mirada podía imaginar sus ojos relucientes pintados de preocupación y miedo. Pero levantó la mirada para verlos, tal y como los recordaba, y con una sonrisa tomó su mano, grande y cálida contra el frío de invierno. 

-Sí, vamos.

La sonrisa de alivio que bailó en sus labios era genuina cuando la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí.

-Estás helada-murmuró preocupado- Cuando lleguemos a casa te prepararé un baño de espuma.

La calidez invadió su cuerpo, su pecho y su alma. No era cualquier chocolate el que calentaba el cuerpo y el alma, era solo el chocolate que él traía.


viernes, 19 de noviembre de 2010

Juguetes del viento

El viento arrastra los lamentos,
los restos de sentimientos
que envueltos en nostalgia
entregaste a nuestro cielo,
el mismo cielo bajo el que
nos amamos sin arrepentimiento,
desnudos sueños indefensos
arrebatados de nuestros pechos
a la deriva, sin cobijo
son ahora juguetes del viento,
material efímero de los recuerdos.

Fumando amor.

-¿Ahora fumas?- preguntó la voz.

Amanda no necesitó girarse para ver quien le hablaba, hubiera reconocido aquella voz grave y profunda en cualquier parte, sin importar cuantos años pasaran.
La fría brisa marina acarició su rostro y despeinó su largo cabello oscuro. Dio otra larga calada al cigarrillo con calma y dejó que la columna de humo volara hacia el cielo sin apartar los ojos del mar. 

-Es curioso- respondió al fin- Antes estaba en contra de fumar e intenté mil y una veces que lo dejaras. Pero cuando te fuiste sin decir adiós lo único que dejaste fue una caja de cigarrillos, de la marca que siempre fumabas. Fue lo único que me quedó de ti. Y ahora me parece que estos cigarrillos tienen tu sabor y tu aroma, son parte de ti y cuando los fumo parte de mí también, como tu nunca fuiste, Lucas.

Lucas dio un paso al frente y se colocó frente a ella tapándole la hermosa visión del mar que disfrutaba cada atardecer sentada en el malecón del puerto. Ante sus ojos Amanda vio aparecer su rostro, el rostro que había amado tan desesperadamente, el rostro que la había traicionado. Tan hermoso como siempre, sus facciones varoniles y maduras, su barbilla afilada y sus ojos claros como alfileres plateados que atravesaban el alma. Se obligó a si misma a mirarlos aún temiendo que sus ojos traicionaran la profundidad de sus propios sentimientos.

Suavemente Lucas quitó el cigarro de sus labios, lo tiró al suelo y lo apagó con la suela del zapato, con el mismo gesto que tan bien recordaba.

-Ya no hace falta que fumes-le susurró con aquella voz que hacía temblar su corazón- Ahora estoy aquí, de modo que no necesitas sucedáneos para reemplazarme.

Lentamente y sin inmutarse Amanda sacó otro cigarrillo de la gabardina y se lo llevó a los labios.

-Prefiero el tabaco-repuso con voz lacónica- Los cigarrillos siempre me son fieles, se quedan conmigo hasta que mueren y después simplemente puedo encender otro y me hará la misma compañía que el anterior.

-¿De modo que prefieres hacer el amor con los cigarros que conmigo?- inquirió Lucas con una sonrisa traviesa inclinándose sobre ella y volviendo a arrebatarle el tabaco de los labios.

Amanda suspiró exasperada y se obligó a mirarle directamente a los ojos.

-¿Por qué has vuelto?- preguntó.

Lucas ladeó la cabeza para atravesarla con su mirada.

-¿No deberías preguntar por qué me fui?

Esta vez le tocó a Amanda dedicarle una sonrisa llena de cruel ironía.

-¿Acaso me lo dirías?

Las sonrisa en labios de Lucas se ensanchó.

-Probablemente no-reconoció- Pero es la primera vez que no quieres saberlo.

Amanda dejó escapar un suspiro acompañado por el vaho frío de los anocheceres de invierno.

-No soy la misma que dejaste atrás-contestó.

Lucas se inclinó aún más sobre ella y Amanda no fue capaz de apartar la mano cuando se la tomó. El corazón le dio un doloroso vuelco en el pecho, un sentimiento que no deseaba recordar. El hombre sonrió.

-En eso te equivocas, sigues siendo exactamente la misma persona que yo conozco. De no ser así no habría vuelto.

-¿Por qué has vuelto?-repitió Amanda con un hilo de voz.

La sonrisa se esfumó de labios de Lucas y una expresión de sincera seriedad que nunca había visto en su rostro tomó su lugar.

-Porque te amo- respondió escuetamente rodeándola con sus fuertes brazos, atrayéndola hacia sí y silenciando sus labios con un largo beso.

Amanda se dejó arrastrar por el beso, por el viejo sabor a tabaco de sus recuerdos, por el dulce aroma a menta, por aquellos brazos que tantas veces la habían rodeado y por el torrente de memorias que despertaba en su interior.

Puede que nunca supiera porque se había ido, pero sabía porque había vuelto. Quería creer en aquel amor que nunca había olvidado. Descubrió con lágrimas que siempre había querido creer en él con todo su alma. Ella había esperado, había regresado cada atardecer al puerto como cuando eran amantes, había recorrido día tras día las mismas calles con la esperanza de reencontrarlo. Y él había vuelto a buscarla, había vuelto a su lado. Con eso le bastaba, al menos por ahora.


jueves, 18 de noviembre de 2010

Un mundo en rojo y negro

Espalda contra espalda, el sudor se adhería a sus ropas, los unía uno al otro el sudor con el olor rancio del destino. Las botas resbalaban sobre sangre húmeda. Eran viscosas las lágrimas que cubrían sus mejillas. ¿O tal vez no eran lágrimas? El mundo había quedado vacío de colores, sin significado, se había quedado ciega, atrapada en un paisaje bicolor de rojo y negro.

Rojo. Roja la sangre sobre la que caminaba. Roja la ira ciega y desesperada con que blandían sus espadas. Espalda contra espalda, rojo el dolor de sus heridas. Roja la muerte que alcanzaba a sus enemigos. Rojos los rostros que caían uno tras otros a sus pies resbaladizos. Roja la estela que dejaba atrás la vida al abandonar los cuerpos vacíos a su suerte. Rojo el entrechocar mortal de sus espadas. Roja la lluvia que bañaba su rostro de lágrimas viscosas.

Y negro. Negra la desesperación con que se abrían paso deseando incoherentes un minuto más de vida, de aquella vida roja y negra. Negra la muerte que reclamaba los cuerpos que sus espadas desechaban en un baño de roja sangre. Negra la piedra sobre la que descendía el húmedo torrente de un río rojo.

Negra y roja la locura que desesperada los guiaba espalda contra espalda, adheridos por el sudor rancio con olor a destino, siempre un paso más hacia delante, un paso más hacia la vida roja y un paso más hacia la muerte negra.

En un mundo rojo y negro solo había sangre, sangre húmeda sobre piedra negra, piedra negra y sangre y sangre y sangre.

Sangre

Sangre,
húmeda sangre roja
sobre piedra negra,
piedra negra
y sangre
y sangre
y sangre.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Siempre fui yo

¿En que momento me venciste?
¿En que momento me atrapaste?
¿En que momento decidí
querer sanar tu corazón?
Necias mis excusas ciegas,
ciega mi razón,
no hay remiendo que pueda
reparar el amor
que te fue robado.

Y aún sabiéndolo
quise entregarte todo
entre verdades disfrazadas
y medias mentiras,
hoy me doy cuenta
de que no fue sino una treta
para conquistarte,
que me enamoré de tu dolor,
de la necesidad de tu amor,
hoy soy consciente
de que yo era la más necesitada,
la que mendigaba amor desesperada,
la que buscaba un abrazo,
una nota de cariño,
la que pedía a gritos
que la amaran,
esa siempre fui yo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

No queda nada

No queda más de nosotros
que el fuego que ardió apasionado,
somos el viento que arrastró las cenizas
grises de nuestro corazón enamorado,
uno que por cada latido
muere un poco más en el silencio,
no queda rastro de nosotros
solo somos leyendas y cuentos,
esencia consumida de sueños viejos.

Cigarrillo enamorado.

El cigarrillo quemado
aguarda paciente en el rellano
el regreso innecesario de su amante
que lo consumió con pasión,
en sus labios con un beso enardecido
y lo abandonó a su suerte desgastado,
colilla de placeres vencidos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La hora

Ha llegado la hora de desvelar las mentiras,
de liberar los secretos, las palabras cautivas
de estos labios malditos que tú secuestraste.

Ha llegado la hora de encontrar las miradas
que acabaron perdidas en la desesperanza
tras salir cada anochecer sin rumbo a buscarte.

Ha llegado la hora de empezar a olvidarte
pero mis mañanas, noches y tardes
siguen fugándose tras de ti como amantes.

Ha llegado la hora, pero mi corazón
no quiere dejar de repetir tu nombre
no quiere dejar marchar al único hombre
que lo ha hecho latir en dolorosa agonía.

Dulces son las horas de mis recuerdos,
amarga es la hora que llega a vernos,
enamorados mis labios que claman tu regreso,
desesperados mis ojos doloridos buscan tu reflejo
y tú que has encontrado tu hora hace tiempo
has olvidado mi amor y has partido lejos,
lejos de mis lágrimas, lejos de mis besos.